Historia

Historia de la Educación Jesuita en Saltillo

El Colegio San Juan, fundado en la en 1878, formó parte de la red de colegios de la Compañía de Jesús, con un modelo de educación media. A este Colegio seguirían el de Puebla (1886), San Luis Potosí (1891), Ciudad de México (1895) y Guadalajara (1906), además de residencias en otros lugares, entre ellos, León, Guanajuato, Tepozotlán etc.

Desde su inicio, en el siglo XVI, la Compañía de Jesús expresó su vocación pedagógica (enseñante); “en sus Principios propone una vida espiritual basada, tanto en la afectividad como en el intelecto…, y la búsqueda apasionada del conocimiento”. Lo que busca esa enseñanza nos dice Mendirichaga, “es un equilibrio entre ciencias, artes y humanidades para lograr …el progreso de los alumnos en ciencia y en virtud”.

En el siglo XIX, durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, la Compañía de Jesús fue nuevamente expulsada de 1867 a 1877, como consecuencia del espíritu anticlerical de las Leyes de Reforma. Durante esos años, la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús en el exilio se estableció en Texas iniciando ahí su tarea educativa en San Antonio, en el Colegio de San Fernando y más tarde se movió a Seguin, en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. En el momento que los vientos anticlericales amainaron, los jesuitas exiliados llegaron a Saltillo después de 15 días de privaciones, pero según consignaron “sin persecución de apaches”. El obispo de Linares-Monterrey, Don Francisco de Paula Verea llamó a los jesuitas exiliados en Texas con el propósito de tomar las riendas de un colegio diocesano de reciente creación en Saltillo. Muy pronto los exiliados se desplazaron a otras ciudades del país.

En el primer año llegaron a Saltillo tres jesuitas, un colombiano, un catalán y un poblano. Ese año inscribieron a 47 alumnos. El Colegio jesuita se inició en una casa con huerta “de aspecto triste”, construida de adobe “sin enjarre ni blanqueo”, contigua al templo de San Juan Nepomuceno y cercana a los manantiales principales de la ciudad. En los últimos años, el Colegio tenía una edificación sólida, con patios, jardines, capilla, oficinas, cocina, despensas, una biblioteca, tres naves de dormitorios, salas de estudio, gabinetes de Física y Química, salón de actos, comedor, enfermería, doble frontón, panadería, planta eléctrica, corrales y huerto con vides, manzanas, higueras, hortaliza y tanque de natación hasta un observador astronómico, donde se registraban los movimientos de los planetas, la velocidad y dirección de los vientos, lluvia, temperatura, presión atmosférica, humedad, nubosidad y heladas, ciclones y depresiones tropicales.

El historiador José Roberto Mendirichaga afirma que el Colegio de Saltillo fue pionero entre los planteles jesuitas en México que brindó educación media superior en el México de finales del siglo XIX. Se trató de una de las instituciones educativas regionales mejores de su tiempo y revela innovaciones que luego vamos a ver reflejadas en otras instituciones educativas confesionales y laicas de su época.

El Colegio contaba con alumnos internos, externos y semi-internos. En el festejo de los 25 años del Colegio en 1903 se contabilizaron 1429 alumnos que habían pasado por el Colegio. …..

Los rectores, profesores y formadores, así como los hermanos coadjutores fueron en su mayoría extranjeros, estudiados en Europa. Ellos provenían de las distintas regiones de España -Cataluña, Maresa, Tarragona, Salamanca, etc.-, Francia, Italia, Bélgica. En menor medida hubo maestros mexicanos locales, de Puebla, Jalisco y Ciudad de México. La formación y estudios de los directivos y maestros jesuitas se llevó a cabo en las escuelas europeas formadoras de jesuitas donde cursaban música, filosofía y teología, pero también cursaron estudios en universidades y escuelas europeas en diversos temas. Los hermanos coadjutores, españoles, italianos, provenientes de los países bajos o poblanos eran verdaderos artesanos, administradores, organistas, cantores, hortelanos cocineros, zapateros, carpinteros, entre otros. Además había personal de servicio que se desempeñaban en las diferentes labores, incluyendo mujeres sobre todo en la cocina y lavandería.

Por lo general, los formadores jesuitas tenían una gran movilidad y pasaban de un Colegio a otro –Saltillo, San Luis Potosí, Puebla, Jalisco y Mascarones en la Ciudad de México–, permaneciendo en uno y otro entre dos y cinco años. Los jesuitas iban y venían a Europa y América Latina a estudiar y a trabajar, y se movieron de cargos según las necesidades, su formación y experiencia.

Los alumnos internos provenían principalmente de los estados fronterizos del noreste y otros del centro del país. Aunque el programa completo era de siete años, sólo alrededor de un tercio permanecían el ciclo completo. Del número total de alumnos, el número más grande eran los externos, hijos de las familias saltillenses, pero el número de internos era también significativo. La inscripción de alumnos se estabilizó en alrededor de 200. En 1887 se reportaron 171, siendo 61 internos, 10 semi-internos y 100 externos, y en el último reporte de 1913, cuando habían mermado las inscripciones debido a la lucha revolucionario se reportan todavía 156, de ellos, 72 eran internos y 84 externos. Lo anterior permite pensar que en los años con estabilidad y mayor inscripción, la cantidad de alumnos alcanzó eventualmente a la cifra de 200 alumnos.

Los programas de estudio que se seguían en el Colegio pueden caracterizarse como de continuidad y cambio. En los colegios jesuitas en México y en el mundo se establecía la Ratio studiorum. La educación media solía extenderse por seis años: tres de gramática, humanidades o retórica y dos años de filosofía, con un tercer de refuerzo de filosofía. No faltó a lo largo de esos años la formación en idiomas francés, inglés -que se fortaleció con el paso de los años-, música y canto. A los alumnos que no tenían los conocimientos firmes, se le ubicaba en un curso llamado preparatorio, para sumar un total de 7 años. Con los años se incluyeron programas de contabilidad y teneduría de libros, para responder a demandas de los padres de familia y vincularlos con los reclamos de un mundo primordialmente agropecuario y mercantil, así como el fortalecimiento de los programas de ciencias –física y química– y matemáticas avanzadas que vislumbraban ya el avance de la industria regional. Con los años, la formalización de la instrucción pública y las disposiciones oficiales, los planes y programas de estudios del Colegio se fueron pareciendo cada vez más a los de las escuelas preparatorias públicas -la Escuela Nacional Preparatoria, el Colegio Civil y el Ateneo Fuente, urgidos por el tema de asegurar la revalidación de estudios.

En la vida diaria del Colegio, las clases ocupaban 5 horas, el estudio individual era de tres horas. El deporte, los juegos de mesa y las representaciones teatrales ocupaban los tiempos libres. El trabajo era de lunes a sábado mientras los descansos eran jueves y domingos. No faltaban las “academias” donde los alumnos, guiados por maestros especialistas, profundizaban y disertaba sobre ciertos temas del conocimiento, “certámenes” o concursos de conocimientos, de poesía y oratoria, “exámenes públicos” y “distribuciones de premios”. La jornada iba de 5:30 a.m. a las 21:00 p.m. Se participaba diariamente en la misa, en el rosario, y eventualmente en paseos.

Paralelamente a su trabajo educativo, los jesuitas participaron de las tareas diocesanas y colaboraron en parroquias, en atención a fieles, enfermos, presos, misiones y ejercicios espirituales en distintas localidades de Coahuila. En sus tareas apostólicas fundaron congregaciones religiosas entre la población abierta, asociaciones cristianas (de obreros por ejemplo), sostuvieron una escuela “de gracia” de primeras letras y fundaron la Capilla de San José. Los padres jesuitas establecieron una relación de cooperación con las autoridades, sacerdotes, religiosos locales y fieles católicos, realizando una tarea evangélica importante y apoyándose en los tiempos difíciles.

En estos años no todo resultó sencillo. Hasta el cierre del Colegio las finanzas que permitieron la construcción del Colegio, nunca fueron boyantes y año con año se pagaron intereses por préstamos. Aunado a lo anterior, se estableció cierta rivalidad entre los colegios religiosos católicos y los protestantes que también aparecieron por esos años en Saltillo, así como con el Ateneo Fuente, nacido una década antes, en 1867, cuyos profesores participaban del espíritu liberal y anticlerical de la época y adoptaron modelos educativos positivistas. En esta animadversión también participaron las logias masónicas, e incluso se dieron enfrentamientos con el gobierno local y un gobernador fue claramente hostil.

Los aires revolucionarios surgieron y se extendieron por Coahuila de manera muy puntual y con apoyos muy decisivos entre sus habitantes que apoyaron la campaña a la presidencia de Francisco I. Madero, que dicho sea de paso era exalumno él y sus hermanos del Colegio San Juan. Distintos focos de rebelión aparecieron en Coahuila conformando un clima complicado y de riesgo para el Colegio y sus alumnos. Para abril de 1913, el número de alumnos había disminuido por el movimiento revolucionario y se contaba sólo con 72 alumnos internos y 84 externos. En ese momento, el rector del Colegio expresó el temor de que podían sobrevenir males mayores, aunque aclaró su voluntad de no rendirse, aunque existieran dificultades, con la esperanza que el número de alumnos creciera paulatinamente.

El golpe final lo recibió el Colegio San Juan en 1914. Según relatan los propios padres y las leyendas, Francisco Villa amenazó y expulsó a los jesuitas por no haber recolectado los recursos que esperaba de ellos, obligando a la suspensión de clases. Más tarde sucedió el saqueo, destrucción y clausura definitiva del Colegio, con la ocupación por parte de las tropas carrancistas que se acuartelaron en el Colegio. Según las crónicas los carrancistas destruyeron los gabinetes de física, de historia natural, el telescopio que “se lo repartieron en pedacitos”; también organizaron un gran baile en la capilla y llevaron a cabo otras transgresiones.